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Se me cae el pelo ¿Qué hago?

La pérdida de cabello o alopecia preocupa a todos los que lo padecen, pero más allá del problema estético, también puede ser síntoma de alguna otra enfermedad. Champús, lociones, complementos vitamínicos se presentan muchas veces como soluciones milagrosas, pero lo primero que hay que hacer cuando comenzamos a notar una caída anormal del cabello es acudir a un especialista; que después de descartar la existencia de otra patología, podrá diagnosticar el problema y determinar cuál es el tratamiento más adecuado.

No obstante, no podemos olvidar que para tener un cabello sano, además de mantener una dieta equilibrada, es aconsejable no peinarlo cuando aún esté mojado y evitar el uso de la plancha y los alisados, además de evitar exposiciones solares prolongadas.

Debemos destacar además que lavar el cabello no hace que este se caiga o se pudra, el pelo se puede lavar a diario sin ningún problema. De hecho, lavar poco el cuero cabelludo puede desencadenar problemas en algunas personas, como el empeoramiento de una dermatitis seborreica.

Las alopecias pueden dividirse en dos grandes grupos en función de si dejan cicatriz o no. Las primeras, que son las más frecuentes, pueden recuperase; mientras que las que dejan cicatriz, no; por lo que lo único que puede hacer el especialista es frenar la caída para que no siga avanzando.

Dentro de las alopecias que no dejan cicatriz las más frecuentes son: la alopecia androgenética, la alopecia areata y el efluvio telógeno.



La alopecia androgenética se produce por dos factores: por un desequilibrio hormonal (los andrógenos son hormonas masculinizantes que también están presentes en las mujeres) y por causas genéticas (herencia familiar). Éstas últimas no las podemos cambiar, por lo que los tratamientos se han orientado hacia lo que sí se puede regular que es el factor hormonal. También se utilizan sustancias, concretamente el minoxidil, que ayuda a que aparezca pelo nuevo y a engrosar el existente. Estos productos aumentan la cantidad de nutrientes que llegan al folículo ya que, al producir una dilatación de los vasos sanguíneos, hacen que llegue más sangre a la zona. Este efecto nutriente también se consigue con la infiltración de factores de crecimiento que ayudan al pelo de forma directa.

No obstante, antes que nada hay que realizar una evaluación para descartar que haya otras causas que estén provocando la caída o debilitamiento del cabello.



La alopecia areata es un tipo de caída que se produce porque el pelo es atacado por nuestras propias defensas (forma parte de las llamadas enfermedades autoinmunes). Se puede afectar el pelo de la cabeza, pero también el de cejas, pestañas y el del resto del cuerpo. Es recuperable incluso años después de su inicio y existen múltiples tratamientos para la misma. Es importante que se lleve un control de las hormonas tiroideas, de algunas vitaminas y que se realice una revisión para descartar otras enfermedades autoinmunes (celiaquia, gastrits atrófica, vitiligo).




El efluvio telógeno es una causa muy frecuente de caída de cabello, se puede producir por múltiples causas (hierro bajo, vitaminas bajas, tras una cirugía, fiebre, exposición solar importante...). La caída se produce tres meses después de haber estado expuesto al factor que lo desencadena y, precisa un estudio analítico para terminar la causa. Con un tratamiento adecuado el pelo se recupera satisfactoriamente. El tabaco es un factor que actualmente se ha estudiado mucho y también puede provocar brotes de efluvio telógeno.


Las alopecias cicatriciales precisan un estudio detallado y la realización de una biopsia cutánea para establecer exactamente el diagnóstico, aunque la tricoscopia ya nos ayuda mucho. Los tratamientos cambian mucho según se trate de una u otra. Dentro de éstas se encuentra el liquen plano pilar, el lupus eritematoso crónico, la foliculitis decalvante, la celulits disecante y la pustulosis erosiva. La alopecia frontal fibrosante es un tipo especial de alopecia cicatricial de causa desconocida que cursa con pérdida de cejas y de la línea frontal del cabello (a modo de diadema). Precisa un diagnóstico lo más precoz posible para instaurar el tratamiento y que no avance.


Diagnóstico

Este problema se investiga mucho y los especialistas cada vez tenemos más medios para diagnosticarlo, como son la tricoscopia, que hacemos habitualmente en la consulta, o el tricograma, que se puede realizar si existen dudas diagnósticas.

La tricoscopia consiste en analizar con un dermatoscopio (lupa especial con luz polarizada) la existencia de determinados signos que nos determinan el tipo de alopecia. Por ejemplo, en la alopecia areata vemos puntos amarillos (folículos sin pelo), puntos negros (pelos rotos), pelos en exclamación (pelos más gruesos en la punta en lugar de en la raíz). En la alopecia androgenética se ve que el pelo va perdiendo grosor por la acción hormonal. Se ven pelos intermedios, miniaturizados y puntos amarillos (folículo sin pelo), no se ven puntos negros, ni pelos en exclamación. Así, existen patrones y signos para cada uno de los tipos de alopecia.

El tricograma es una técnica que consiste en coger una muestra de aproximadamente 20 pelos desde la raíz, con un tirón seco. Luego esto se analizará al microscopio. Se puede ver en qué fase se encuentra el pelo, si hay más pelos en fase de crecimiento o de caída. Si hay más de un 25% en fase de caída estaremos ante un efluvio telogénico. Solo se realiza si hay dudas o para diagnosticar casos de caída de pelo en niños.

 
 
 

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